Fragmentos

"Quiero ser exactamente lo que soy, una niña de catorce años, una loca de los libros, obsesionada con el pan recién hecho y enamorada de cuatro árboles de un jardín botánico. Quiero ser Cécile, Cécile du Bonlieu, hija de Anne, la panadera, y de Jean-Paul, el que se quedó dormido al volante. Y quiero, sobre todo, seguir siendo una botella de cristal y continuar llenando todo mi ser con arenas de los más bellos y dispares colores."



"La imagen que conservo de papá es la de un hombre grande, tranquilo, muy serio, también muy cercano, un peculiar compañero de juegos que compartía conmigo muñecas y fingidas meriendas de la alta sociedad con tazas de juguete. Él, siempre tan digno pero tan accesible, y yo, a mis cuatro años, tan inocente, tan feliz.
―¿Qué desea el caballero? ―le preguntaba yo.Y él respondía:
―Una taza de té, si es usted tan amable; con una nube de leche y un terrón de azúcar, por favor.Yo fingía que lo preparaba todo a su gusto y él fingía que se lo tomaba, por supuesto con el dedo meñique bien extendido, y añadía:
―Exquisito, señora duquesa Du Bonlieu, sencilla­mente exquisito.
Pasábamos las largas tardes de domingo sentados sobre la alfombra de mi habitación, absortos, inmersos en esos juegos mientras Anne cosía unas cortinas o hacía pan.
Recuerdo, sobre todo, su mentón cuadrado, su pelo prematuramente gris y sus expresivos y enormes ojos marrones (mucha gente que lo conoció me ha dicho que tengo exactamente sus mismos ojos, que mi mirada es idéntica a la suya) que siempre me sonreían aunque sus labios no lo hicieran. También recuerdo con especial cariño sus gafas cuadradas de pasta, marrones, y lo veo siempre con su rebeca gruesa de trenzas, de color crema, que he heredado y que tanto me gusta ponerme en casa.Trabajaba como representante, viajando siempre, pa­sando gran parte de la semana fuera, y vendiendo ―o al menos intentándolo― enciclopedias Larousse. Un día de lluvia se fue a trabajar y ya no volvió nunca más."


"Me he acercado a la ventana de su habitación y al mirar a su través he visto algo que me ha hecho emo­cionar. Una lluvia fina caía delicadamente sobre la ciu­dad y, al fondo, un increíble y mágico arco iris dibujaba sus siete caminos de forma preciosa y naíf. Jamás en mi vida había visto algo así. Los colores resultaban tan contrastados y luminosos y el arco era tan perfecto que parecía la ilustración de un cuento infantil. Entonces, al observarlo, he sentido que todo iba a salir bien. Me he sentido embargada por una emoción tan sublime (¡qué sensible estoy últimamente!) que mis ojos se han humedecido de nuevo. No he querido llorar; ya he llo­rado bastante en los últimos tiempos."